La Promesa

Es inútil buscar la palabra « promesa » en el Antiguo Testamento; no figura en él.

 

¿Por qué? Por la sencilla razón de que la promesa constituye todo el hilo conductor de la historia del Pueblo Elegido, meditada y transmitida de generación en generación…. Esta presente por todas partes, es la trama misma del relato; no se le nombra, se le vive.


Es el Nuevo Testamento que habla de ella, una vez que «todo está cumplido» por Jesús en la cruz. «Todo », es decir, el Antiguo Testamento, la Promesa transmitida antaño por los profetas y realizada por la venida de Jesús, El Cristo; ése es el contenido de la «La Buena Nueva» del evangelio, anunciada por Jesús, anunciada por la primera iglesia (Hch 13, 32-33).

Jesús cumplió esa Promesa que había sostenido y reanimado la esperanza del pueblo en las horas más sombrías de su existencia, durante casi 2.000 años, desde aquel día misterioso en que Abrahán la recibió de Dios:

 

1Un día el Señor le dijo a Abrahán: “Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te voy a mostrar. 2Con tus descendientes voy a formar una gran nación; voy a bendecirte y hacerte famoso, y serás una bendición para otros. 3Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; por medio de ti bendeciré a todas las familias del mundo.”

4Abrahán salió de Harán tal como el Señor se lo había ordenado. Tenía setenta y cinco años cuando salió de allá para ir a la tierra de Canaán. 5Con él se llevó a su esposa Sarai y a su sobrino Lot, y también todas las cosas que tenían y la gente que habían adquirido en Harán. Cuando llegaron a Canaán, 6Abrahán atravesó toda esa región hasta llegar a Siquem, donde está la encina sagrada de Moré. Los cananeos vivían entonces en aquella región. 7Allí el Señor se le apareció y le dijo: “Esta tierra se la voy a dar a tu descendencia.”

 

Pero vivir una promesa supone el desarraigo inicial de la vida habitual, una vida aparte definitivamente aceptada: Abrahán tuvo que dejarlo TODO, para vivir exclusivamente en y por la FE. El pueblo, heredero de la promesa, recibió la LEY para que le sirviera de guía, de «pedagogo que le llevase finalmente a Cristo» (Gál. 3,24).

 

Abrahán cree en la Palabra del Señor y parte con Lot a la tierra que le había prometido el Señor. Y con esto queda constituido el Pueblo de Dios. Abraham, es el que rompe con el culto idolátrico que se había apoderado de las gentes (Jos. 24,2), el que da culto al Dios verdadero, el que habla y se comunica con Dios hasta «hacerse amigo de Él» y Dios hace con su amigo una triple promesa:

 

  1. Crecerá su descendencia como las estrellas del cielo;
  2. Poseerá una « tierra que mana leche y miel », Canaán.
  3. Y será una fuente de bendición para todas las naciones. 

 

Fuente: Círculos Bíblicos Sectoriales- CIBISEC-

Escuela Bíblica Jesús Maestro,

Parroquia San Pancracio.