CONTEXTO HISTÓRICO Y SITUACIONAL DE JESÚS


 

Y la palabra se hizo del hombre, y vivió entre nosotros; con esa frase del capítulo uno del Evangelio de Juan, solía introducir los temas cierto predicador; él dentro de su argumentación decía que para todo ser humano, sin importar la raza, la condición social el país al que perteneciera o la religión que profesara, era fundamental detenerse alguna vez en su vida a reflexionar sobre esas palabras; pues en ellas, la posibilidad de una vida con sentido, encuentra su punto de partida.

 

Más de una vez le escuché decir lo mismo y, de igual modo, más de una vez me detuve a rumiar esas palabras, me era realmente imposible permanecer indiferente ante ellas. Efectivamente, todos, de una u otra forma, pretendemos enfocar nuestra vida de modo que nuestras palabras encajen bien con el sentido que buscamos darle a nuestra existencia y, de este modo alcanzar también nuestros sueños e ideales en medio de la magia que encierra permanecer vivos. En el trayecto invertimos horas, dinero, esfuerzo, dedicación, noches de desvelos, litros de gaseosas, cansancio, tensiones y disgustos con los amigos....

 

Pero, yo soy yo y mis circunstancias, como decía el filósofo español José Ortega y Gasset; entonces, ¿hasta qué punto lo que tú crees que es el sentido de tu vida, puede no ser más que la imitación pasiva de los ideales alienantes de tu cultura y de tu entorno social?

 

Todas las palabras que se pronuncian en el entorno educativo buscan dejar una huella en ese hombre o mujer que se está haciendo. Todas las materias tratan de formar a una persona integral, a un humano-humanista, constructor responsable de la sociedad y de la cultura, con una conciencia clara no sólo de la entidad que lo prepara, también del entorno que lo forma a través de las palabras, en la casa, el barrio, la ciudad, el bar, la televisión, el cine, la política, etc.

 

No es de extrañar, como decía aquel predicador, que la Palabra del que nos creó, del que nos inventó, del que nos hizo, suela pasar desapercibida en medio de una verdadera y permanente Kénosis (ocultamiento). Y concluía sus reflexiones leyendo el capítulo uno del Evangelio de Juan, con el fin de que pudiéramos intuir cómo en el hombre Jesús de Nazaret, en medio de la fragilidad y de la grandeza humana, el verdadero Dios se hizo presente, se encarnó, se hizo hombre, y cómo, en medio de su ocultamiento (Kénosis), comenzó a Recapitular la historia, a ponerla en orden conforme a lo establecido por Dios desde el principio; un orden que parte del amor y la fraternidad. Todo esto lo hace asumiendo la realidad en la cual estaba inmerso (su historia, geografía, la economía, la situación política y religiosa, la cultura en general).

 

Para que podamos también nosotros intuir, leeremos un fragmento parafraseado, de ese capítulo uno, el cual nos servirá, además, como introducción a nuestro tema:

 

En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el Principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.

... La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció.

Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre, no por un nacimiento biológico, sino por creer y vivir conforme al Dios que ella nos reveló Y la Palabra se hizo hombre, y vivió entre nosotros.

 

El estudio del contexto socio-cultural, en el cual la Palabra de Dios se hace hombre, es necesario, ya que no es una palabra anacrónica ni descentralizada; Dios nos da una directriz en Jesús quien a través de su palabra nos muestra el significado de auténtica y originalmente ser humano. Es así que en Jesús -la Palabra plena de Dios- Dios mismo asume la condición humana (Filipenses 2,4-11) y se hace hombre, no imitación de hombre y, como todo hombre, ocupó un espacio y un lugar en el tiempo, se hizo histórico y, como todo ser histórico dejó huella y lo afectaron de modo real, las huellas que otros dejaron en la sociedad y en la cultura.

 

En conclusión, si los cristianos aseguramos que en Jesús se manifestó de manera definitiva lo que significa ser perfectamente humano (Efesios 4,13), es precisamente porque Él no tenía ventajas sobre nuestra condición y, si decimos que es un modelo digno de ser alcanzado para que podamos ser plenamente felices, es justamente porque sin importar la época o el lugar, es posible llegar a ser plenamente humanos.

Fuente: Círculos Bíblicos Sectoriales- CIBISEC-

Escuela Bíblica Jesús Maestro,

Parroquia San Pancracio.